¿Vale la pena Criolla? Te cuento cómo es esta parrilla dentro de un mercado gastronómico
Salir a comer sin demasiada planificación tiene sus riesgos, pero a veces te lleva a buenos descubrimientos. O a confirmaciones. En este caso, Criolla ya tenía mi atención desde hace tiempo, pero faltaba la prueba de fuego: un almuerzo con amigas, sin reservas, sin grandes expectativas, solo con ganas de comer rico y ponernos al día. Lo logramos. Y te cuento cómo nos fue.
Mi visita a Criolla en Planta Uno
Salir a comer con amigas tiene su propia logística, y cada una sus pretensiones: que haya estacionamiento, que no esté tan lejos, que tenga opciones para todas y, claro, que haya vino. Criolla, dentro de Planta Uno, en Godoy Cruz, parecía el plan perfecto. Llegamos sin reserva, a eso de las dos de la tarde, y nos encontramos con un salón con bastante movimiento pero sin listas de espera. Nos recibieron con una sonrisa y, en menos de cinco minutos, ya teníamos pan, aceite de oliva y los últimos tomates frescos de la temporada sobre la mesa. Un comienzo prometedor.

La carta estaba disponible en digital y en papel. Punto a favor para la flexibilidad, porque en la mesa éramos el reflejo del dilema generacional: una amiga prefería leerla en el celular, la otra en papel. Yo, indecisa, miré las dos. Tuvimos algunas dudas con los tamaños de las porciones y llamamos a la camarera. La respuesta fue clara: dos entradas y dos principales serían más que suficientes para tres personas. Nos fiamos de su criterio. Y acertamos.

He visitado Criolla en varias ocasiones para probar sus carnes a la parrilla, y la verdad es que poco me queda sin tachar de la lista. La entraña, el ojo de bife y la trucha salmonada ya pasaron por mi plato y siempre estuvieron en su punto justo, con ese equilibrio entre sabor intenso y cocción perfecta que se espera de una buena parrilla. Para quienes busquen nuevas opciones, recomiendo sin dudarlo la costilla banderita, tierna y jugosa, y la punta de espalda de cerdo, que tiene ese dorado crocante por fuera y la jugosidad justa por dentro. No sé si algún día lograré probar toda la carta, pero qué lindo desafío, ¿no?
Los platos: de la parrilla al plato, con algunos extras
Empezamos con una berenjena asada con tomate, ricota y albahaca, y unos buñuelos de espinaca con zanahoria, servidos con una mayonesa de limón. Todo caliente, bien presentado y con ese aire de «acá cocinamos sin apuros». Buenas señales.

Como principales, fuimos por la milanesa de ojo de bife con papas fritas (sin remordimientos, obvio) y los canelones de choclo gratinados. Platos simples, sin grandes complicaciones, pero bien logrados. La milanesa era pura carne, sin ese empanado que se desarma a la primera mirada, y llegó con dos huevos fritos que hicieron que todo tuviera sentido. Los canelones, con salsa Pomodoro y queso parmesano gratinado, eran un abrazo en forma de comida.

En cuanto a la bebida, pensé en pedir vermú, porque ya lo probé en otra ocasión y lo preparan muy bien, pero mis amigas querían vino. Vimos la carta de vinos por copa y botella, y terminamos eligiendo un Petit Verdot «Teia» de Lagarde. Buena elección para un almuerzo sin apuros.
El postre, ese giro inesperado
Confieso que la descripción de los postres en la carta no me convencía. “Duraznos, creando,a y dulce de leche” y “Flan de dulce de leche” no sonaban demasiado tentadores. Pero llamamos al mozo para pedir más detalles y ahí llegó la sorpresa: los duraznos eran grillados y llevaban un crumble con frutos secos. Caímos rendidas. Y fue un acierto. El flan, por su parte, tenía una textura cremosa, sin excesos de dulzura, perfecto para los que amamos el dulce de leche pero sin empalagar.

Nos devoramos todo. Creí que no íbamos a poder con tanta comida, pero lo logramos. La charla seguía, el restaurante funcionaba con horario corrido, así que no había presión para que nos fuéramos. De hecho, pagamos la cuenta y nos quedamos charlando un rato más. No hay mejor termómetro para medir la comodidad de un lugar que ver cuánto tardás en querer irte.
Criolla, más que una parrilla
Criolla está dentro de Planta Uno, un mercado gastronómico donde además de este restaurante hay vinoteca, pizzería, cafetería y una heladería que tienta. También funciona Mendocina Cocina, un espacio de eventos y clases con chefs invitados, una “hijita” de Criolla.
La propuesta es clara: buena carne, buen vino y un ambiente relajado, con el respaldo de Bodega Lagarde, que le aporta ese plus enológico que no todas las parrillas tienen.
La experiencia fue la de un almuerzo o cena sin pretensiones rebuscadas, pero con atención a los detalles. Buena materia prima, platos generosos y servicio atento. Además, el ambiente climatizado nos rescató del calor mendocino de principios de marzo, lo cual fue otro punto a favor.
¿Volvería? Sí. Hay platos que me quedaron pendientes, como la entraña y la provoleta, así que tengo excusa para otra visita. Para los que buscan una parrilla con comodidad, buenos vinos y sin la rigidez de un restaurante tradicional, Criolla es una opción para tener en cuenta.
CRIOLLA – en Planta Uno
- Ubicación: Centro Comercial Planta Uno, Ceretti 244, Godoy Cruz, Mendoza.
- Horarios: Lunes a sábados de 9:00 a 00:00 hs. Domingos de 9:00 a 16:00 hs.
- Carta: desayunos, almuerzos, meriendas y cenas.
- Tipo de cocina: tradicional, regional mendocina y argentina, casera (comfort food).
- Especialidad: carnes a la parrilla, entradas y postres regionales.
- Vinos y cócteles: carta de vinos con etiquetas de Bodega Lagarde (mismos propietarios) y otras bodegas. Cócteles clásicos y de autor.
- Servicios: estacionamiento privado, seguridad, Wi-Fi, tomacorrientes para conectarse y trabajar, accesibilidad para personas con discapacidad, menú infantil, opciones sin gluten y veggies.
- Precios marzo 2024:
- Platos principales: $16.000 – $19.500.
- Entradas: $10.000 – $17.000.
- Postres: $8.000 – $10.000.
- Cortes de carne: $10.000 – $25.000.
- Vinos: desde $14.000, Copa de vino Criolla $2.800.
- Cócteles: desde $6.500.
- Instagram: @criollaparri