¿Harto de los restaurantes en los que comés mal y te atienden peor?
Hoy reflexiono sobre esos lugares a los que vas ilusionado para comer rico y pasarla bien, y salís con un humor de perros. Qué influye para que la experiencia te deje satisfecho o no.
Definitivamente a todos nos ha pasado alguna vez. Irnos decepcionados de un restaurante porque comimos mal o nos atendieron peor. Claro, por suerte esas situaciones son menos que las buenas.
¿Te has preguntado qué es lo más importante que define la calidad de un local gastronómico? Yo creo saberlo. Llevo varios años recorriendo lugares, pocos restaurantes de Mendoza me quedan sin conocer. ¿Y cuál es el principal motivo por el que a veces los recomiendo? Porque están en los detalles. Alguien detrás le pone amor y atención a cada cosa. Es el diferencial fundamental que me hace sentir feliz cuando visito un restaurante. Y creo que corre para cualquier tipo de negocio.
No da lo mismo que te atiendan con o sin una sonrisa, que te traigan la cuenta rápido o se demoren veinte minutos, que adapten su oferta a lo que necesita cada cliente o se mantengan inamovibles, que limpien los vidrios o no, que coloquen paneles para mejorar la acústica. Que aunque sepan que a la mayoría de los clientes le da lo mismo un producto de estación y orgánico que uno que no lo es, aún siendo más costoso lo incorporen a la carta porque es más sano y más rico. Que el cocinero se capacite, viaje, lea, se mantenga al tanto de las tendencias y atento a lo que quiere el comensal, a lo que demanda el público.
No da lo mismo que la vajilla y cristalería estén cachados, que los cuchillos estén afilados, que la mantelería esté limpia y sana, que no haya telas de araña en esos lugares que son difíciles de limpiar pero fáciles de ver.
Que lea cocina siempre esté impecable, ya sea que esté a la vista o no. Que el extractor funcione, para que el comensal no se impregne de olor a comida. Que funcione la calefacción y el aire acondicionado. Que los mozos te atiendan apenas llegues y no estén escondidos en la cocina, o mirando su celular. Que los vasos y copas estén bien fajinados y no tengan mal olor.
Que las papas fritas estén crocantes. Que la hamburguesa esté bien cocida. Que el café esté caliente. Que cuando te quejás porque algo salió mal, el mozo o el cocinero no mientan dando excusas disparatadas haciéndote sentir totalmente subestimado. Que se abusen con los precios.
Todo esto, cuando no funciona, es porque alguien no lo tuvo en cuenta ni le importó cuidar al cliente.
Alguien tiene la culpa, alguien está haciendo las cosas mal.¿Quién es el mayor responsable? Por lo general es el dueño o gerente, que no capacita a su personal ni lo motiva. Y aunque diga que sí, aparentemente no le interesa cuidar su negocio. Tal vez está cansado y le ganó la desidia. O no ama lo que hace. O quizás simplemente fuiste en un mal día en el que el universo conspiró en tu contra.
La realidad es que a diario escucho a muchos empresarios gastronómicos quejarse de que las cosas andan mal, de los impuestos, de los empleados, de la situación económica, de que la gente no sale a comer y no gasta, que no valora, que no consume… Pero a veces, cuando tienen la oportunidad de lucirse fidelizando a un cliente, lamentablemente la desperdician. Y no hay vuelta atrás. Un cliente maltratado y subestimado que vive un mal momento, no vuelve. Afortunadamente, repito, estas malas experiencias son bastante menos frecuentes que las buenas.
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