Cuando el Valle de Uco se transforma en fiesta: vino y cocina top en La Morada Food & Wine Fest
Más de 100 bodegas con cientos de etiqueta, 12 restaurantes (incluyendo los mendocinos Michelin), música en vivo y comida que merecía aplausos de pie. La Morada Food & Wine Fest explotó con su segunda edición en Los Chacayes. Cerca de 1.300 personas y yo aplaudimos de pie.
Si me dieran un token cada vez que alguien me dice “¡no sabés lo que fue ese festival!”, tendría suficiente para invitar a toda mi familia a un crucero. Pero no me lo contaron. Estuve ahí. Y sí, no sabés lo que fue ese festival.

El sábado 29 de marzo, con el sol cayendo detrás de los Andes y el aire limpio de Los Chacayes, me adentré en la segunda edición de La Morada Food & Wine Fest. El lugar: La Morada Lodge, un rincón entre viñedos con espíritu de retiro espiritual para foodies. La excusa: comer rico, probar grandes vinos y encontrarse con cocineros, sommeliers y sibaritas que por lo general no necesitan mayor explicación cuando alguien dice “vino redondo”, “taninos” o “esto tiene umami”.
Andrés Rosberg, uno de los organizadores del festival y alma mater de La Morada, lo resumió así:
“Pasamos de 75 bodegas a más de 100. De 8 cocinas a 12. Todos los restaurantes mendocinos con estrellas Michelin dijeron presente. Me gusta pensar que este festival le mostró a Mendoza que el Valle de Uco puede ser sede de un evento de esta magnitud. Y lo es.

El arranque: copita en mano, y que fluya
El sistema era simple: pagabas la entrada con anticipación (desde $48.000 en general, o $125.000 en VIP*) y te daban una copa. Con ella podías probar todos los vinos de más de 100 bodegas que estaban ahí, sin codazos ni filas eternas. Literalmente: todos estaban probando, pero nadie estaba desesperado. Había ritmo y un clima de festival bien organizado. Y para comer, podías comprar tokens en la caja ($4.000* cada uno), y con eso salir a dar una vuelta completa al mundo gourmet por los stands, sin salir del Valle de Uco.

Algunos platos que probé
Confieso: fui intensa, inquieta y bastante torpe. Me manché dos veces (una con vino, otra con una salsita), pero valió la pena. Estas son algunas de las joyitas que probé:
- La croqueta de Riccitelli by Juan Ventureyra: osobuco desmenuzado, ralladura de limón, ketchup casero, lactonesa de ajo asado y un pickle de cebolla, que hacía de todo menos pasar desapercibida. Jugosa, golosa, recién frita, con una hojita de menta que refrescaba. Acompañé con un Carignan de Alma Gemela, el proyecto de Mariana Onofri.
- El brócoli de Piedra Infinita by Gonzalo Guiñazú: Asado, con harissa (salsa a base de ají seco), con puré de berenjenas con miso, y alioli de almendras fermentadas. Vegetal, pero con más carácter que muchos carnívoros.
- El pejerrey de Cinco Suelos by Patricia Courtois: curado en cítricos, liláceas, uvas moscatel y pasas de uva; y limón, naranja y cebollas encurtidas. Un plato que olía a río y sabía a sofisticación criolla.

- La milanesa de Casa Vigil by Iván Azar y Mario Esteche: sándwich de milanesa de filet en pan de papa casero. Lechuga, tomate, pickles de pepino y cebolla morada, y una mayonesa de huevo frito. Qué decirte. Con la mano y sin culpa. Y el gazapacho, inolvidable. Otro plato que salió de este stand, y también, exquisito.
- Alfajor de chivo de Zonda by Sebastián Ingallina: parece dulce, pero es salado. Parece raro, pero es glorioso. Chivo cocido lentamente y desmenuzado, crema ácida, con castañas de cajú y polvo de aceitunas. Un bocadito que juega en la frontera del postre y el aperitivo. Delicioso. Y exitoso. Gustó mucho, hubo repetición
- El pancho de feria de Osadía de Crear by Flavia Amad: salchicha 100% cerdo ahumada, pan casero y toppings a elección (espuma de cheddar, picles de mostaza, encurtidos). Me dieron ganas de inventar un apodo gourmet para el pancho, pero no hizo falta: él se defendía solo. Ese lo acompañé con un Malbec de Casa Tano, un pequeño emprendimiento.
- Las croquetas de hongos de Zonda by Augusto García. Crujiente, frita, rellena de hongos de pino, con mostaza. También tuvo mucho éxito, y quedaba muy bien con un pinot noir que fui a buscar a los stands de bodegas. En este caso fue el de bodega Otronia.
- La sopaipilla de calabaza con langostinos de Brindillas, by Mariano Gallego. Se trataba de una sopaipilla fría, con el agregado de los langostinos recién hechos calentitos, con cebollas moradas crujientes, hojas frescas de cilantro, y algunas salsitas con magia.
- La trucha curada de Azafrán by Sebastián Weigandt. Otro de los platos que más salieron. Estaba servida con leche de almendras y arvejas frescas.

Música, copas y un clima que se alineó con el vino
Entre los sonidos de Puna Music —folk electrónico con raíces andinas— y la brisa suave que se colaba entre los viñedos, se armó una postal casi cinematográfica. De esas que uno quiere guardar en la memoria sensorial: un vino de los que servía Camila Torta en el V.I.P., el sol bajando, un postre para ir cerrando, y un beat sutil que parecía coreografiado.
Edward Holloway, chef de Hornero (el restaurante anfitrión de La Mmorada) y coorganizador, también lo vivió intensamente:
“La primera edición fue un éxito. Pero esta lo rompió todo. Más de 1.300 personas, todos los restaurantes con estrellas Michelin de Mendoza… Creo que ya somos un clásico en el calendario mendocino de la enogastronomía. Esto ha sido mpresionante.”
El festival tuvo algo raro y maravilloso: nada sobraba. No hubo pretensión, ni menúes de veinte pasos para impresionar, ni discursos eternos. Hubo platos honestos con una pizca de sofisticación, vinos de autor, gente apasionada y una energía tan bien calibrada que hasta la montaña parecía decir “esto está bien”.
Rosberg lo dijo: “La gente comenta que es difícil llegar hasta acá. Yo digo que lo difícil es irse.” Y tenía razón.

Volví con la panza llena y el corazón contento, con la alegría de haber disfrutado de un gran evento, y la certeza de que cuando hay generosidad en el vino y personalidad en la cocina, pasan cosas grandes. La Morada Food & Wine Fest no fue solo un evento: fue una celebración de todo lo que está bien en la enogastronomía argentina, y de Mendoza especialmente.
Ya todos empiezan a pedir, y a soñar, la tercera edición.

Más info: https://www.instagram.com/lamoradafoodandwinefest/